Notas
ACTITUD ANTE LA
PRIMERA CRISIS EPILÉPTICA,
1º parte.
http://epilepsia.sen.es/node/26
Introducción
Valorar a un paciente
con una primera crisis epiléptica es algo frecuente en neurología.
Aproximadamente el 10% de la población puede tener una crisis a lo
largo de su vida, aunque la máxima incidencia se da en niños,
adolescentes y ancianos (1). Estudios poblacionales estiman que
existe un 8-10% de riesgo de que un sujeto padezca una crisis en
algún momento y un 3% de que tenga epilepsia (2). La incidencia de
crisis no provocadas oscila entre 50-70 casos por 100.000 habitantes
y año (3).
Podemos diferenciar
dos tipos: crisis agudas sintomáticas, o provocadas, y crisis no
provocadas, o remotas. En las primeras existe un proceso agudo
simultáneo responsable de la crisis, que puede ser sistémico
(alteraciones metabólicas, como la hipoglucemia, electrolíticas,
tóxicos o fármacos) o neurológico (trauma craneal, infección del SNC
o ictus). Cuando un sujeto presenta una crisis epiléptica sin que
encontremos ninguna causa aguda directa, hablamos de crisis no
provocadas.
Al enfrentarnos a una
primera crisis, debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Se trata
de una crisis epiléptica? ¿Es la primera? ¿Es una crisis provocada o
no provocada? ¿Qué pruebas debo realizar? ¿Es epilepsia? ¿Cuál es el
riesgo de recurrencia? ¿Debo iniciar un tratamiento?
¿Se trata de una
crisis epiléptica? Diagnóstico diferencial
El diagnóstico de
crisis epiléptica es clínico y se basa fundamentalmente en los datos
obtenidos en la historia, tanto del paciente como de observadores
(grado de recomendación C). Para ello, debemos seguir los pasos que
se exponen a continuación:
-
Recabar antecedentes
personales que puedan estar relacionados con crisis (patología
perinatal, infecciones o trauma cerebral previo, convulsiones
febriles o historia familiar de epilepsia) y posibles factores
precipitantes (deprivación de sueño, alcohol o estrés importante).
Hay que buscar factores causales de crisis sintomáticas agudas
como pueden ser el consumo de tóxicos, fármacos, alcohol o
enfermedades concomitantes.
-
Preguntar por
síntomas premonitorios (aura, pródromos) y por la situación en la
que se inició el episodio (vigilia, dormido, cambios posturales…).
-
Averiguar sus
características; precisar si hubo algún tipo de fenómeno motor (clonías,
rigidez o automatismos), si era focal o no, y su orden o
secuencia. La desconexión del medio es otro hecho fundamental; en
ausencia de testigos, la amnesia del episodio es un dato a favor.
-
Es importante saber
si, tras el episodio, la recuperación ha sido rápida o ha existido
un período poscrítico y si ha habido algún déficit focal
(disfasia, paresia…) que haga pensar en una crisis de inicio
focal.
Tras esto, deberíamos
ser capaces de decir si el paciente ha sufrido una crisis y
delimitar de qué tipo ha sido: focal, generalizada, parcial simple o
compleja (grado de recomendación C).
Pese a una correcta
historia, es posible confundir una primera crisis con otro cuadro
hasta en el 20-30% de los casos (4). El síncope es un motivo de
consulta mucho más frecuente que las crisis y principal causa de
confusión, especialmente si se trata de un síncope convulsivo. Otros
episodios que dan lugar a error pueden ser los accidentes isquémicos
transitorios, auras migrañosas, crisis psicógenas, amnesia global
transitoria, movimientos anormales y algunos trastornos del sueño.
En niños pequeños los espasmos del sollozo, reflujo gastroesofágico,
vértigos paroxísticos e hiperecplexia son otros diagnósticos por
considerar.
Si existen dudas
acerca de la naturaleza comicial de un episodio, es preferible
evitar el diagnóstico definitivo de crisis epiléptica y seguir la
evolución del paciente.
¿Es la primera
crisis?
El primer episodio de
crisis tónico-clónica generalizada (CTCG) habitualmente no es la
primera crisis que tiene un paciente (5) (nivel de certeza II).
Antes es relativamente frecuente que se hayan producido crisis
parciales complejas o simples sin fenómenos motores evidentes, o
bien ausencias o mioclonías que pasaron desapercibidas o por las que
no se consultó. Resulta fundamental indagar este aspecto, ya que nos
permite establecer el diagnóstico de epilepsia, con las
implicaciones pronósticas y terapéuticas que conlleva.
¿Es una crisis
provocada o no provocada?
Esta diferencia es
importante por la actitud inmediata y el riesgo de recurrencia. Las
crisis agudas sintomáticas suponen el 20-30% de las primeras crisis
(6). El tratamiento fundamental es el de la causa y, si precisan
tratamiento antiepiléptico, no suele ser necesario a largo plazo. No
tienden a recurrir, salvo que se repita su causa y, en principio, no
establecen el diagnóstico de epilepsia.
¿Qué pruebas debo
realizar?
Electroencefalograma
Se detecta actividad
epileptiforme en el electroencefalograma (EEG) entre el 12 y 73% de
los adultos con epilepsia. La sensibilidad diagnóstica aumenta si la
prueba se realiza de manera precoz en las primeras 48 horas tras la
crisis, y puede llegar al 70% (nivel de certeza II). Cuando el EEG
es negativo, un EEG de sueño o con deprivación puede detectar
actividad epileptiforme en un 13-31% adicional (nivel de certeza III).
La probabilidad de recurrencia de crisis en pacientes con anomalías
epileptiformes en el EEG es del 49%, frente al 27% para pacientes
con resultado normal (nivel de certeza II). Además, esta prueba es
una importante herramienta de ayuda para la clasificación sindrómica
(7).
El EEG debe formar
parte de la valoración de todo paciente con una crisis no provocada
y la información que proporciona tiene valor pronóstico (grado de
recomendación B). Un EEG normal nunca debe utilizarse para excluir
el diagnóstico de epilepsia (grado de recomendación C).
Ver Bibliografía en el
Sitio Web de referencia.
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