Pese a la
elaboración de guías y consensos sobre sus indicaciones y
aplicación, la terapia electroconvulsiva (TEC) sigue siendo uno de
los procedimientos terapéuticos con menor certeza en su mecanismo de
acción. Es interesante evaluar la manera en la que los factores que
modulan la actividad convulsiva pueden ser modificados por esta
terapia y su relación con el efecto terapéutico.
El
objetivo del presente artículo es revisar, en el contexto de las
teorías neurobiológicas, la bibliografía existente sobre los
mecanismos de acción electrofisiológicos de la TEC, principalmente
la hipótesis anticonvulsiva. El mayor conocimiento sobre dichos
mecanismos, puede conseguir una optimización en la práctica
asistencial, así como un punto de partida para buscar tratamientos
alternativos basados en las mismas bases físicas.
Entre
todos los artículos y libros de texto, se han seleccionado aquellos
trabajos que, por su metodología y diseño, aportan datos
científicamente relevantes respecto al tema principal de esta
revisión y que hayan sido publicados entre 1993 y 2007. A fin de
aportar mayor consistencia al texto, también se han incluido una
serie de artículos, previos a 1993, considerados importantes en el
ámbito que se trata, puesto que establecen las bases teóricas de la
TEC y han sido citados con frecuencia tras su publicación.
Las
evidencias científicas obtenidas se sistematizan en tres apartados:
conceptos básicos, hipótesis neurofisiológicas y hallazgos
electrofisiológicos.
INTRODUCCIÓN
Desde su
introducción hace casi 70 años, la terapia electroconvulsiva (TEC)
ha demostrado una efectividad constante en el tratamiento de la
depresión, la manía y la esquizofrenia1.
El conocimiento de las limitaciones de los tratamientos
farmacológicos en el abordaje terapéutico de los trastornos
psiquiátricos dio lugar a un afán renovado por la investigación
sobre la TEC que se inició en la década de 1970 y que ha continuado
hasta hoy en día.
Pese a la
elaboración de guías y consensos sobre sus indicaciones y aplicación2,3,
sigue siendo uno de los procedimientos terapéuticos con menor
certeza en su mecanismo de acción (hasta la fecha, se han propuesto
más de 100 teorías4) con una gran
variabilidad en las opiniones relativas a su seguridad y eficacia
por parte tanto de la población general como de los propios
profesionales de la -salud mental. Por otro lado, ha sido objeto de
grandes críticas, en base a informaciones sesgadas, básicamente en
lo que concierne a sus efectos secundarios, principalmente a nivel
amnésico.
Respecto
a los mecanismos de acción, es interesante evaluar la manera en la
que los factores que modulan la actividad convulsiva pueden ser
modificados por la TEC y su relación con el efecto terapéutico. La
hipótesis anticonvulsiva es la que cuenta con un mayor respaldo5,6.
A lo
largo de un ciclo de tratamiento, la TEC da lugar a un incremento
del umbral convulsivo y a una disminución de la duración de las
convulsiones, de manera que la magnitud del incremento del umbral
convulsivo se correlaciona con la respuesta clínica5,7.
Esta observación apoya la hipótesis anticonvulsiva8,
que define la convulsión inducida por la TEC como un proceso activo
en el que se liberan sustancias en el sistema nervioso central (SNC)
que disminuyen la excitabilidad cerebral, interrumpen la convulsión
y son esenciales para el efecto terapéutico.
El mayor
conocimiento sobre el mecanismo de acción de la TEC, puede conseguir
una optimización en la práctica asistencial, así como un punto de
partida para buscar tratamientos alternativos basados en las mismas
bases físicas9.
OBJETIVO
El
objetivo del presente artículo es revisar, en el contexto de las
teorías neurobiológicas10, los
mecanismos de acción electrofisiológicos de la TEC, principalmente
la hipótesis anticonvulsiva.
METODOLOGÍA
La
obtención de las fuentes bibliográficas se ha realizado mediante dos
vías: 1) Consulta de libros de texto de referencia en el campo de la
TEC, así como los consensos americano y español sobre la utilización
de esta terapia. 2) Búsqueda electrónica de artículos en las bases
de datos PUBMED y EMBASE, utilizando diferentes combinaciones de los
siguientes términos en inglés:
electroconvulsive, therapy,
anticonvulsant, hypothesis, neurobiological, neurophysiological,
long-term potentiation, electroencephalography, seizure
y threshold. Así
como una búsqueda con los mismos términos en español en la base de
datos IME.
Entre
todos los resultados obtenidos, se han seleccionado aquellos
trabajos que, por su metodología y diseño, aportan datos
científicamente relevantes respecto al tema principal de esta
revisión y que hayan sido publicados
entre
1993 y 2007. Para la selección de artículos originales se ha
utilizado la escala de Jadad11
y para
los artículos de revisión, los criterios Cochrane12.
Han sido excluidos aquellos artículos que no cumplen los criterios
anteriormente descritos y/o su contenido no se relaciona
directamente con el objetivo.
A fin de
aportar mayor consistencia al texto, también se han incluido una
serie de artículos, previos a 1993, considerados importantes en el
ámbito que se trata, puesto que establecen las bases teóricas de la
TEC y han sido citados con frecuencia tras su publicación.
En total,
han sido consultados: 7 libros de texto, 2 documentos en línea, 27
artículos originales y 18 artículos de revisión. Nueve de estas
publicaciones son previas a 1993. Pese a cumplir los criterios de
selección descritos, se han excluido 8 artículos, debido a su
metodología.
REVISIÓN
Conceptos
básicos
En este
primer apartado se exponen los aspectos teóricos esenciales sobre
los que se sustentan las hipótesis neurofisiológicas y los cambios
electrofisiológicos relacionados con la TEC.
Fisiología neuronal durante la
convulsión
Las
señales nerviosas se transmiten mediante potenciales de acción, que
son cambios rápidos en el potencial de membrana. Para conducir una
señal nerviosa, dicho potencial se desplaza a lo largo de la fibra
nerviosa hasta alcanzar el extremo de la misma. Cada potencial de
acción comienza con un cambio brusco del potencial negativo normal
de reposo, que es de alrededor de - 90 mV, a un potencial de
membrana positivo (a expensas de la apertura de los canales iónicos
y entrada masiva de sodio al espacio intracelular). El proceso
termina con un retorno, casi igualmente rápido, al potencial
negativo gracias a una rápida difusión de iones de potasio hacia el
espacio extracelular. Por lo tanto, las tres fases del potencial de
acción son: fase de reposo, fase de despolarización y fase de
repolarización13,14.
El cambio
de potencial puede tener lugar si se aplica una estimulación directa
con corriente eléctrica, dependiendo básicamente de tres parámetros:
intensidad de la corriente eléctrica, dinámica temporal y dirección
del flujo de corriente14.
El
objetivo de la estimulación electroconvulsiva es proporcionar un
estímulo eléctrico lo suficientemente potente para conseguir que un
elevado porcentaje de neuronas realice sus descargas al unísono y
así inducir una convulsión adecuada. El inicio de ésta tiene lugar
por el reclutamiento sincrónico masivo de ciertos centros neuronales
intracerebrales, tal como ocurre en las convulsiones motoras mayores
de tipo espontáneo1. Debido a las
complejas propiedades estructurales y electrofísicas del cráneo y
del encéfalo, la estimulación eléctrica durante la TEC requiere
dosis mucho mayores de corriente que las que se utilizan para
estimular las fibras nerviosas o el tejido nervioso en condiciones
experimentales14.
Convulsión adecuada e
intensidad del estímulo
En las
recomendaciones para el tratamiento con TEC se considera que si en
cada sesión se induce una convulsión
generalizada adecuada (actualmente se acepta que la convulsión dure
entre 15 y 20 s a nivel electroencefalográfico2),
el paciente ha recibido un tratamiento óptimo y eficaz.
Un
estímulo eléctrico subconvulsivo es aquel que no consigue inducir
una convulsión, mientras que una convulsión
abortada
o breve es aquella cuya duración es menor a la referida. La edad, el
umbral convulsivo inicial, las dosis absolutas de anestésicos y el
número de sesiones de TEC previas, son los factores principales que
se relacionan de forma inversa con el tiempo de convulsión7,9.
Actualmente se afirma que la duración por sí sola no es suficiente
para establecer que una convulsión ha sido adecuada, dando cada vez
más importancia a las características electroencefalográficas de la
misma (fase de reclutamiento, complejos polipunta-onda típicos y
supresión postictal). Por tanto, la duración es incompleta como
medida de la actividad convulsiva, ya que no expresa la
intensidad, la uniformidad o su distribución a lo largo del cerebro15,16.